lunes, 21 de febrero de 2011

Sentimiento familiar. (Situado entre el 4º y el 6º pino)

Érase una vez yo. Y bueno... digamos que como cualquier persona, quiero tener una familia que me quiera. Y sí, la mía lo hace. Y digo la mía porque mi verdadera familia la dictamino yo, y no mi plasma sanguíneo.

Mi estupenda familia está formada por toda mi ascendencia por parte de madre(incluyéndola a ella, claro está), mi padre, mis abuelos paternos, las hijas del hermano de mi madre y mis amigos más cercanos.

Dicho así, seguramente vosotros, receptores de este escrito, podéis pensar que mi padre es hijo único, y lo más gracioso es que no.

Dos hermanas tiene, cada una con sus respectivos dos hijos: en mi árbol genealógico, una rama que pide a gritos que la poden; en mi vida diaria, una panda de hijos de puta.

Siento que tenga que ser mi abuela el complemento del nombre del insulto anteriormente citado pero, unas personas que no se preocupan por una mujer que ha sufrido cuatro cánceres no pueden optar a calificativos más correctos. Eso sin añadirle a lo anterior que esa mujer vivía en el mismo lugar que ellos, no debía haber superado el primer cáncer (según los médicos), es mi madre y, por tanto, la esposa de su hermano.

Hace un mes que murió, y fue una ocasión de encuentro tras dos años sin verlos. Y repito, ¡vivimos en la misma isla!, que no es de dimensiones como las de Australia o Groenlandia. Es Tenerife, un corpúsculo enano de tierra que sobresale en el mar. Vamos, que si giramos la cabeza, somos casi capaces de vernos.

Panda de desgraciados. No tengáis la poca vergüenza de ir diciendo que sois familia mía, porque de mi padre no tenéis ni el blanco de los ojos.

Pudríos. Eso sí, desde lo más hondo de esa mierda de sentimiento familiar del que tanto se habla.

Atentamente, lo que según la genética debe ser vuestro sobrino.

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