viernes, 18 de marzo de 2011

Chris se despierta en ciudad paranoia

Chris se acababa de levantar. Todo seguía igual que la noche anterior: las latas invadían su mesa, los papeles dormían en el suelo, la cortina bailaba suavemente. Aunque, en realidad, había algo que no encajaba. ¿Qué podía ser?

Se puso una camiseta y miró por la ventana. Todo era completamente agobiante. Coches, calor, multitudes. El mismo ritmo de siempre.

Sintió entonces que se asfixiaba. Se le nublaba la vista y algo le subía por la garganta. Apresuradamente, abrió la puerta de su habitación. Todo le daba vueltas, pero necesitaba llegar al baño. Mientras caminaba hacia él, notó cómo las horas pasaban... ese corredor nunca había sido tan largo.

Ya había anochecido cuando por fin alcanzó el picaporte. Entró. A la vez que levantaba la tapa del inodoro pudo notar cómo algo, que precisamente no era la cena del día anterior, salía de su boca. Sentía cómo sus fuerzas se perdían a cada espasmo que le daba.

No obstante pudo sobrevivir para contemplar horrorizado lo que quedaba en su retrete.

Sangre y ceniza.

domingo, 13 de marzo de 2011

Cueva del lamento nº 1

Había mucha gente en la sala y empezaba a sentirme agobiado, por lo que en ese momento decidí salir del tanatorio.

El cielo estaba gris y las aceras aún seguían mojadas, pero mis piernas se doblaron y me senté como pude en el arcén de la calle. Me ardía la cara, me pesaban los párpados. No quería soltar una lágrima delante de nadie, pero ahora estaba solo. Era mi momento.

La gente me miraba al pasar, frenaban, daban un paso hacia mí hasta que se daban cuenta de que no me conocían de nada, retrocedían y seguían su camino. Yo por el contrario miraba los adoquines en silencio mientras las lágrimas me caían por las mejillas; congelándose una a una con el aire norte que venía de frente.

Pensaba en todo y pensaba en nada. Pensaba en qué pensar. Pensaba en por dónde empezar a pensar. Me intentaba concienciar de que con dieciséis años acababa de perder a mi madre y de ahí en adelante mi vida sería totalmente distinta, me preguntaba dónde demonios iría ahora y miraba al cielo esperando ver el avión en el que mi padre venía.

Di mi última calada al cigarrillo, arrojé lejos la colilla con indiferencia y al ponerme de pie miré con los ojos enrojecidos a unos niños que jugaban felices con sus padres. Quería irme lejos.

Mis piernas empezaron a moverse involuntariamente hacia los jardines de Yamaguchi. No sabía a dónde iba, no sabía quién pasaba a mi lado. Yo mismo me veía lo más parecido a un despojo humano: arrastrando los pies, con la mirada perdida y con la melena revuelta a causa del aire.

Mis amigos debían haber quedado, no sabía si tendrían conocimiento de qué había pasado ese día...pero tampoco esperaba encontrármelos por los alrededores. Seguí avanzando sin rumbo.

Cuando llegué a la plaza, dos figuras que se aproximaban me distrajeron por un momento. Eran Jon y su novia. Él me vio y se fue acercando hacia mí, por lo que decidí pararme. No sabía cómo actuar ni que decir. Tampoco si debía hacer como si no lo hubiera visto o saludar.

Cuando llegó a donde yo estaba, noté su expresión en su cara. Tal vez estaba igual que yo... vi que lo sabía. Me preguntó qué tal estaba mientras me daba una palmada en la espalda. Titubeé.

"Tranquilo Pablo. Dinos dónde es. Mañana vamos a ir todos al entierro, no vas a estar solo"

Después de agradecerle su apoyo nos despedimos.

Mis pies empezaron a moverse y empecé a alejarme hacia un lugar que no recuerdo.