lunes, 1 de febrero de 2010

Habitación armaggedon

Oscuridad. Todo lo que veo es oscuridad. Antes intentaba moverme, pero mis ánimos desistieron. He perdido la noción del tiempo y en mi boca está presente el sabor de la sangre. Ni siquiera recuerdo cómo llegué aquí y cada vez que rebusco en mi memoria, choco contra muros de niebla. Lo único que puedo rememorar vagamente es el jueves veintisiete de diciembre.

Eran las once y media de la noche y andaba intentando encontrar unos cartones en los que cobijarme para soportar el frío que azotaba las calles. De hecho, aún puedo recordar el ardor de la ginebra en mi garganta y como las brasas de la fogata desprendían una luz que aun siendo tenue, era capaz de hacer que entrecerrase un poco mis párpados. Pero a nadie le importaba antes, ni a nadie le importo ahora. ¿Quién me buscará?

Ruidos rítmicos me desvelan de mis pensamientos. Se escuchan pasos. Sombras vienen hacia aquí y el temor se apodera de mí, rodeandome lentamente, aplastándome las costillas y dejándome sin respiración. Las pisadas aminoran su ritmo y el característico sonido de una llave rozando con un candado me hace reaccionar. Una pequeña tira de luz se va abriendo camino en las tinieblas. Alcanzo a ver a un guardia de policía. Es alto y fornido y una sonrisa amigable mezclada con una sensación de espanto y asombro se mezclan en su tez morena. Me vienen a salvar.

Pero, ¿qué lleva esa figura en la mano?. No...no puede ser. Su mueca risueña se torna de repente diabólica, capaz de amedrentar a la mayor de las bestias y sus ojos ahora centellean con un resplandor especial, veo las llamaradas de edificios ardiento en sus pupilas.

La puerta va cerrándose y la luz que mengua poco a poco me muestra el cuerpo de ese ser. Alcanzo a verle el rostro de nuevo, aunque ahora paro con más detenimiento tras esta extraña metamorfosis. En él se ve dibujado un odio inhumano, pero no es comparable al terror que me congela el aliento cuando veo mi muerte reflejada ahora en las llamas extintas que mostraban sus ojos.

La puerta se ha cerrado y estoy solo con esa bestia. Intento acallar mi respiración, pero estoy seguro que me delatará el estruendo que provoca mi corazón, chocando con brutalidad contra mi pecho.

La muerte está cerca. Se oye un gruñido...una risa demoníaca.

Noto como una garra atraviesa mis costillas y tira con fuerza, haciendo que mane a borbotones un chorro de sangre caliente que moja las rotas vestiduras que llevo. La bestia me ha encontrado.

Todo es oscuridad.

3 comentarios:

  1. Muy, muy bueno, Pablo. Que la bestia tarde en encontrarnos. Sigue regalándonos fragmentos de tu mundo, como éste. Saludos.

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  2. maravilloso pablo , me encanta T__T

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