viernes, 3 de junio de 2011

Ana ama a Rexia.


Volvió a mirar a su plato y tragó saliva. Llevaba incontables vasos de agua pero lo único que había hecho con su comida era moverla de sitio y cortarla innumerables veces. Su abuela, la única persona que vivía con ella, comía a su lado pero no le prestaba atención. En ese momento, Ana se levantó y dijo que comería en su cuarto ya que tenía mucho que estudiar.

Una vez allí, sacó la bolsa de su cajón y arrojó la comida dentro. No pensaba comer. De hecho llevaba un par de semanas sin probar a penas bocado, exceptuando alguna manzana y algo que se veía obligada a ingerir para que los demás no sospecharan. No obstante, tenía hambre así que se puso los auriculares y empezó a escuchar canciones en su mp4 para pensar en otra cosa.

A sus diecisiete años estaba sola. Su madre había muerto tiempo atrás y su padre trabajaba fuera, viniendo a casa los fines de semana y algún otro día que le era posible. De resto, su abuela había venido a vivir con ella, ya que no podían dejar a un menor viviendo solo, no era legal. Sin embargo, Ana cuidaba más de ella que al revés, por lo que podía llevar a cabo sus planes sin problema y sin obstáculos. Al fin y al cabo, vivía con una persona mayor que no se enteraba de la media a la mitad y menos controlada estaría si se aislaba en su cuarto "estudiando".

De nuevo la comida empezó a rondar sus pensamientos. Irritada, se reprochó su debilidad y mordió sus labios para sofocar el impulso de ir a la cocina y devorar todo lo que encontrara al abrir la nevera. No quería volver a ser la maldita gorda que era antes. No quería volver a pesarse y derrumbarse en llantos. No quería sentir las miradas de los demás cada vez que andaba por los pasillos del instituto. No... Quería ser lo que otras en su situación llamaban "princesa".

Además, tenía que demostrarse a sí misma que era capaz de lograr su objetivo. Vivía bajo unas normas que no la dejaban ni respirar y comer o no era lo único que podía controlar. Pero esto no era la verdadera razón por la que actuaba así.

En un arranque de franqueza se desveló a sí misma su secreto. La realidad. La causa de sus acciones. Quería mostrarle a todo el mundo como sufría. Cuando pasó lo de su madre todos la apoyaron, pero al pasar un mes todo volvió a la normalidad. Bueno, todo menos ella. Le exigían lo mismo que a los demás, ya no le tendían una mano, no le preguntaban si estaba bien. Para ellos todo había vuelto a su cauce, pero la realidad distaba mucho de ese pensamiento.

Adelgazaría. Estaba claro que adelgazaría. Su meta eran los 42 kilos. A esas alturas la gente empezaría a preocuparse por ella de nuevo y se darían cuenta de que jamás había estado bien. Muchos ignorantes la tacharían de masoquista pero ella sabía que era una luchadora, una guerrera que llegaría al triunfo y que jamás aceptaría ni admitiría una derrota.

Se lo demostraría a todo el mundo. Se lo demostraría a ella misma. Ana sobrepasaría el límite si era necesario. Sólo una cosa podría frenar su avance en seco: la muerte.

1 comentario:

  1. Es un texto bastante real y que da mucho que pensar, sea real o ficticia, si fuese real, esa chica deberia saber que siempre se tiene a alguien que esta a su lado, siempre en todo momento alguien le tendera la mano:)

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