Hay
veces en las que la situación nos supera y nos da un buen repaso. No contenta
con ello, insiste en continuar y se ceba. Y no creáis que son casos puntuales,
no. En ocasiones te da pequeños respiros para aflojarte una torta en cualquier
momento recordándote que sigue ahí, que no ha sido un sueño, que jamás
escaparás a su yugo.
Además,
en su escurridiza cobardía, ataca en esos momentos de soledad en los cuales
sabe que no puedes recurrir a nadie. Su modus operandi, vil y mezquino, tiene
mayores efectos en tales ocasiones. Abre heridas, abre otras nuevas mientras
las primeras cicatrizan, y cuando parece que el primer problema acaba, levanta
las postillas. Es su juego, su macabro pasatiempos, del cual formamos parte y
nunca podremos escapar.
Chasquidos
en mi cabeza, puñetazos en el estómago, crujir de huesos. Intenta ignorarlos,
que continuará aumentando su brutalidad. No importa cuánto te resistas, caerás.
Tiene el dominio, posee el control.
Y ahora
que la gravedad aumenta, necesito seguir luchando. Es cuestión de tiempo que
vuelva a perder de nuevo la batalla, que mi cuerpo yazca de nuevo en el suelo.
Por eso te pido, por favor, tiéndeme una mano. Ayúdame a erguirme que está
aconteciendo uno de los atardeceres más bonitos que jamás nadie habrá visto en
esta tierra.
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